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Eduardo Vendrell: "En un mundo cada vez más heterogéneo, deben tener más protagonismo las acciones que hibriden conceptos y competencias"

Eduardo Vendrell: "En un mundo cada vez más heterogéneo, deben tener más protagonismo las acciones que hibriden conceptos y competencias"

El tiempo que me he dedicado a la gestión y representación universitaria ha ampliado mi concepto de universidad enormemente. Alguien solía decirme “Todo el mundo debería pasar por aquí para ver que la universidad no es sólo su grupo de investigación o su departamento”. Yo no estoy tan seguro de que todo el mundo deba pasar por la gestión y representación universitaria, pero sí estoy seguro de que ese concepto amplio y transversal de universidad debe ser más bien entendido y asumido por la comunidad universitaria.

Ese sentido amplio de lo que es la universidad tiene que ver también con lo que en realidad es el mundo en el que vivimos. No somos comunidades aisladas. Más bien al contrario, la conectividad y la interacción son facetas reconocibles en la sociedad actual. También en el ejercicio profesional.

En un mundo cada vez más heterogéneo, amplio y cambiante, tienen poco sentido las agrupaciones impermeables y deben tener más protagonismo las acciones que hibriden conceptos y competencias. Así, el desarrollo de las profesiones se ha convertido, más si cabe, en un ejercicio que implica la colaboración en actividades diversas y complejas. Con el conocimiento al alcance de la mano, el desempeño profesional se basa en el saber hacer, en conectar los puntos que lleven a solucionar problemas. Los perfiles profesionales han ido difuminando su frontera y no cabe pensar que un titulado universitario vaya a ejercer su actividad profesional desempeñando una única profesión o en el mismo puesto de trabajo (las estadísticas dicen que un profesional cambia de puesto de trabajo, en promedio, mas de 12 veces a lo largo de su vida laboral).

Sin embargo, seguimos viviendo una realidad académica sectorializada. La organización de las titulaciones, más bien rígidas y poco flexibles; la docencia, con pocos ejemplos de colaboración; el aprendizaje y su evaluación, inclinada todavía hacia modelos basados en el conocimiento individual; la investigación, que en muchos casos se realiza en un espacio concreto, sin permear ni establecer vínculos con otras áreas; las convocatorias, que se siguen resolviendo teniendo en cuenta ámbitos o áreas de conocimiento estancas…

Corremos el riesgo más que evidente de atrincherarnos y encerrarnos en nuestra burbuja, cuando lo que conviene es hibridar e interactuar, asumiendo y ejerciendo en primera persona un rol principal en este mundo líquido en el que vivimos. La universidad, los miembros que la componemos tenemos que ser ejemplo de colaboración, de apertura y de adaptación.

Es tiempo, pues, de predicar con el ejemplo. Mientras esperamos entornos propicios en los que la regulación o la normativa incite a una transformación real de las instituciones académicas, nuestras acciones, bien individuales, bien en asociación con otros colegas, deben ser las que agiten el sistema dentro de los márgenes establecidos (que, por cierto, son más amplios de lo que parece).