
Hace poco tiempo pude acceder a una nueva publicación referida al descubrimiento del CRISPR, que ya me impresionó extraordinariamente viendo un documental de nombre “Human Nature” de la plataforma Netflix, en el que pude intuir la enorme repercusión que se vislumbraba para dar solución a un gran número de graves enfermedades de carácter genético.
El acrónimo CRISPR proviene de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, en español, “Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas”.
Basado en este mismo concepto CRISPR, se desarrolló posteriormente la tecnología CRISPR/Cas9, que es una herramienta molecular utilizada para “editar” o “corregir” el genoma de cualquier célula incluyendo a las células humanas. Esta herramienta actúa como unas tijeras moleculares, siendo capaz de cortar cualquier molécula de ADN, haciéndolo además de una manera muy precisa y totalmente controlada.
Con la tecnología CRISPR/Cas9 las posibilidades son enormes, especialmente, pero no exclusivamente, en ingeniería genética, en la que se puede editar, corregir o alterar el genoma de cualquier célula de una manera fácil, rápida, barata y con estimable precisión. Y al cambiar el genoma se puede cambiar lo esencial de un ser humano, animal o planta. Con esta herramienta molecular, se podrán curar enfermedades como la Corea de Huntington, el Síndrome de Down, la Anemia Falciforme y también para eliminar el genoma del VIH, entre otros. Pero adicionalmente también se puede utilizar para modificar los genomas de embriones humanos, mejorar los alimentos transgénicos, modificar bacterias y otros microorganismos de uso industrial o alimentario.
El genetista Lluís Montoliu, del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), lidera desde 2020 un proyecto para emplear la herramienta de edición genética CRISPR con el objetivo de destruir el genoma ARN del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la pandemia deCovid-19.
En el artículo que comento al principio, escrito por un autor español, se destacan las identidades de las investigadoras del CRISPR/Cas9, pero no se menciona el nombre del investigador español Francisco Martínez Mojica, microbiólogo, que realmente descubrió la base del concepto CRISPR. El doctor Martínez Mojica es un microbiólogo de la Universidad de Alicante que logró describir (1993) las secuencias repetidas CRISPR en arqueas y su papel en los mecanismos de inmunidad de las células procariotas. Sus descubrimientos permitieron el desarrollo de la tecnología CRISPR-Cas, lo que ha supuesto un antes y un después en la evolución de las técnicas de terapia génica sin parangón para la humanidad. Sin embargo, no se entiende el motivo por el que se le ha privado al Dr. Martínez Mojica de la concesión del Premio Nobel. Con buen criterio, el 19 Sept de 2017 Francisco J. Martínez Mojica fue investido como doctor honoris causa por la Universitat Politècnica de València.
Pero no es la primera vez que esto sucede, debido a una persistente discriminación negro-legendaria, llevada a cabo históricamente por personajes como Montesquieu, en sus Cartas Persas (1721), donde hace “alusiones a la pereza de los españoles” y Adam Smith, en La riqueza de las naciones (1776), donde se refiere al sistema de flotas españolas para ejemplificar “la ineficacia del mercantilismo”. El punto culminante de estas críticas ilustradas fue de Nicolas Masson de Morvilliers en la Encyclopédie méthodique (1782), manifestando que la aportación española a las artes y las ciencias había sido nula, y de ahí surgió la frase, “Europa acababa en los Pirineos”. También el historiador británico Kenneth Clark, autor del libro Civilización(1969), obra convertida posteriormente en serie de televisión del mismo nombre por la BBC, persiste en ese prejuicio. En su obra omite de manera cicatera cualquier referencia a España, repitiendo los fuertes prejuicios antiespañoles mantenidos por la historiografía anglófona/francófona. En este sentido, habría que realizar un pequeño recordatorio sobre algunas contribuciones realizadas a lo largo de la historia por personajes como San Isidoro de Sevilla (560-636), la importante lista de hispanos del Imperio romano, como Séneca, Marcial, Marco Aurelio, Trajano, Adriano, Teodosio I y Prisciliano, figuras como el matemático y médico andalusí Averroes, el médico y astrónomo judío Maimónides o el filósofo Ibn Arabí. Sin olvidar al filósofo Raimundo Lulio o a Alfonso X el Sabio. En cuanto a derechos humanos, los realizados por Isabel “La Católica” mediante su testamento codicilo, en el que ordenaba el cuidadoso respeto y protección de sus súbditos, que no esclavos, los pobladores originarios del nuevo continente.
En tiempos de Carlos I tiene lugar la aparición de un Derecho Internacional Global gracias a la Escuela de Salamanca y a intelectuales como Francisco de Vitoria y Francisco Suárez; la formulación de los derechos humanos universales, por Bartolomé de las Casas (“todas las gentes del mundo son humanos, todas las razas son una”); y Fray Antón de Montesinos, establecidos más de dos siglos y medio antes que los de Jefferson. También hay que destacar el protagonismo hispánico en la Era de las Exploraciones y los Descubrimientos, punto de partida de la Modernidad, con marinos y geógrafos como Elcano, Urdaneta y Legazpi, que entre otros legados, se demostró la redondez de la Tierra. O el naturalista Antonio de Ulloa, (1716- 1795) descubridor del Platino.
Entre 1492 y 1579 fueron fundadas más de 200 ciudades en el Nuevo Mundo, así como una vasta red de colegios y universidades. La primera institución de alta enseñanza en el Nuevo Mundo fue fundada en Santo Domingo en 1538, un siglo antes que Harvard, seguida por las de México y Lima, en 1551, y en 1611 se creó la Universidad de Santo Tomás de Manila.
La Monarquía Hispánica impulsó la mayor parte de las expediciones científicas ultramarinas durante el Siglo de las Luces, financiando más de 60 en América, como la de Alessandro Malaspina, entre 1789 y 1794.
Miguel Servet (1511- 1553) fue reconocido por su trabajo sobre la circulación pulmonar, descrita en su obra Christianismi Restitutio.
Jorge Juan marino (1713-1773), ingeniero naval y científico alicantino, midió la longitud del meridiano terrestre, demostrando que la Tierra está achatada en los polos.
Francisco Balmis (1753-1819), médico militar español, también alicantino, diseñó la expedición que aplicó de forma revolucionaria en América y Filipinas la vacuna contra la viruela.
Narciso Monturiol (1819 – 1885) e Isaac Peral (1851- 1895), inventores de submarinos, este último del submarino de guerra plenamente operativo, pero además otros brillantes inventores de la armada española coetáneos fueron Villamil González, que inventó el destructor con torpedos. También los torpedos eléctricos inventados por Bustamante, y los cañones inventados por González Hontoria, con una capacidad de penetración de más del 50% para cañones de calibre similar. Y podían ser disparados con mayor velocidad.
Otros célebres científicos españoles han sido Ramón y Cajal (1852 –1934), L. Torres Quevedo (1852 – 1936), Juan de La Cierva (1895- 1936), Severo Ochoa (1905 –1993).
En el campo de la cultura baste recordar a Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Bécquer, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Ortega, Marañón, Pérez Galdós, Lorca, Machado, Aleixandre, Cela. En cuanto a la pintura, destacar a Velázquez, Goya, Picasso, Dalí, Sorolla, etc.
La comunidad científico-médica española lamentó que el Premio Nobel de Química 2020 obviara las aportaciones del Dr. Martínez Mojica al desarrollar el CRISPRcomo una herramienta de edición genética llamada a revolucionar la Medicina. Carmen Ayuso, de la Fundación Jiménez Díaz, recuerda que “el descubrimiento para aplicarlo en Medicina y Biología fue del científico español”. Eduardo López Collazo, director científico del Hospital La Paz, también manifestó : “Hoy por hoy se identifican 12 personas en el mundo que han contribuido al desarrollo de la tecnología CRISPR, pero el Dr. Martínez Mojica fue el primero en descubrirlo”.
Por su parte, Miguel Fernández-Burriel, de la Asociación Española de Genética Humana, explica que en la actualidad hay 41 estudios registrados en clinicaltrials.gov que usan CRISPR.
Esta capacidad investigadora contrasta con la que nos deparan algunos países hegemónicos de la Unión Europea, que pretenden que nos convirtamos en un país de servicios y turismo. Sirva como precedente el que para entrar en la Unión Europea el precio fue desmantelar el sector Naval y del Acero.
Lo terrible es que algunos en nuestro país están sometidos a una subordinación política y cultural anglófona/francófona, siendo complacientes a un destino de país de camareros.
En este sentido hay que recalcar que un país no puede ser independiente si no desarrolla un tejido industrial propio, diverso y bien complementado, basado en un I+D+i, una ciencia y tecnología avanzada que nos garantice un futuro seguro. Apostar por el monocultivo turístico es muy arriesgado e impredecible, y como muestra véase el botón del covid-19, donde se ha hecho evidente que basar el desarrollo de nuestro PIB sobre la actividad turística implicaría, caso de repetirse, entrar en una nueva situación de crisis de gran incertidumbre, agravando el endeudamiento y acentuando nuestra dependencia.
Nuestro país no puede claudicar y resignarse a ese escenario. Es necesario apostar firmemente por el desarrollo de la investigación tanto en el tejido empresarial como en las universidades públicas y centros de investigación.