
Del flujo de estímulos que recibo a diario desde las redes, publicaciones, en los congresos y webinars, solo algunos llaman mi atención hasta el punto de invertir un tiempo en mirarlos con detenimiento. Quizás lo guarde entre los favoritos o lo comparta con mis círculos. Y a veces, más bien pocas, llegará por ese filtro un estudio de investigación que me consiga asombrar, motivar e inspirar. Si se me preguntara qué diferencia un trabajo extraordinario de aquellos otros rutinarios, un rasgo ineludible sería su capacidad de presentarse de una forma coherente, de un modo en el que todo encaje. Los trabajos de investigación de mayor calado podrán ser disruptivos, pero siempre veremos detrás de ellos una historia en la que ideas, experiencias y voluntades se unieron hasta dar lugar a una visión suficientemente potente, concisa y sin fisuras.
Es una cuestión que a menudo me he planteado en estos pasados quince años al ir conociendo desde dentro la forma de trabajar de diversos centros de investigación internacionales. Es fácil sentir la admiración que nos concita tanto la productividad como la calidad de muchos de los trabajos que generan los equipos que trabajan en estos centros. Creo que la fórmula vencedora de estos grupos contiene una combinación de interdisciplinariedad, una coordinación ágil y una buena dosis de empatía.
Este modelo se ha aplicado con éxito en el centro de biología sintética y biomanufactura industrial del Manchester Institute of Biotechnology, organizado en varios grupos interdisciplinares, cada uno especializado en ciertas áreas del ciclo de ingeniería Design-Build-Test-Learn. En este contexto, mi grupo ha estado a cargo de la parte de la automatización del modelado, diseño y aprendizaje automático. El resultado de estos diseños se transfiere a instrucciones ejecutadas por los equipos robotizados del laboratorio, donde se lleva a cabo el ensamblado de partes genéticas sintéticas en microorganismos. La automática y la informática industrial permiten aumentar la eficiencia y flexibilidad de estos procesos y, de esta manera, hacer frente a las demandas de una sociedad cada vez más basada en la bioeconomía circular.
Ya de vuelta a la UPV y al Instituto ai2, pienso en cómo afrontar los retos que actualmente tenemos por delante. En un contexto como el actual, los retos son globales, como evidencian el cambio climático y la pandemia. Para ello, es necesario equipos interdisciplinares y cohesionados. Es necesario eliminar barreras artificiales, como aquellas que tratan de clasificar el conocimiento y las competencias tecnológicas en compartimentos estancos, y reconocer la convergencia cada vez mayor entre disciplinas, auspiciada por la digitalización y la automatización. La virtualización hace menos relevante el tener que desplazarse físicamente a otros centros. El desarrollo cada vez más ubicuo de gemelos digitales y la deslocalización que permiten los clouds labs juegan un rol primordial facilitando este nuevo paradigma. Tecnologías en las que el Ai2 destaca, como el big data, la inteligencia artificial y la automatización, permiten dar una respuesta ágil y situar la investigación a la vanguardia de este campo. Generar historias que sean capaces de dejar una huella en otros a través de nuestra investigación es, en definitiva, conectar con nuestro tiempo y proyectarse hacia el futuro.