¿Nos hacemos mayores?, ¿es realmente esa la triste, cruda realidad? Después de revisar lo vivido los últimos dos años, no lo tengo del todo claro.
En un momento en el que los cambios son espectacularmente rápidos, la lentitud a la que somos capaces de reaccionar frente a ellos es preocupante. Pero eso no es solo problema de edad. Durante los últimos años nos hemos llenado de una carga de gestión desorbitante, con gran cantidad de procesos lentos y pesados en los que no sabes muy bien quién es responsable de que la maquinaria administrativa no acabe de funcionar.
Me centro, por ejemplo, en mi ámbito. Yo, como directora de una escuela de informática dentro de una universidad politécnica de esas que están en los mejores rankings, que tengo la gran suerte de estar viviendo uno de los momentos más dulces y productivos por los que ha pasado la ingeniería informática y, seguramente, tendría un éxito asegurado si montara cualquier titulación dentro de nuestro ámbito. En esta situación, debería centrarme en averiguar exactamente qué tipo de profesionales demanda la sociedad para prever qué estudios hacen falta y hacer lo posible para ofrecerlos en mi escuela. Con este contexto, uno podría pensar que reaccionar e implantar nuevas titulaciones es tarea fácil, sobre todo dado que el mensaje que nos trasladan constantemente desde el gobierno de la universidad, sobre que se necesita aumentar considerablemente los créditos matriculados, por el bien de nuestra futura financiación. Pues bien, os puedo confesar que en esta situación me encuentro bastante condicionada para poder reaccionar como debiera.
Por un lado, está toda la parte burocrática que supone solicitar una nueva titulación, que no es poca, tanto internamente en la universidad, como externamente durante todo el proceso de verificación de los títulos oficiales. Pero no es solo eso, hay algo más, el ambiente está enrarecido, el profesorado enfadado y cuando se les propone a los departamentos la posibilidad de crecer en créditos, la respuesta, lejos de ser positiva, es difusa y, en muchos casos, resignada. Ven problemas en montar asignaturas nuevas y realizar el encargo docente a sus profesores y profesoras, por culpa de la gran falta de motivación. Y aunque lo entiendo, aunque empatizo con la situación, puesto que soy, ante todo, profesora universitaria, creo que pensar que esto es consecuencia directa de la falta de relevo generacional del profesorado y que el problema es que nos hacemos mayores es simplificar las cosas en exceso.
Mi gran duda es: ¿podemos pararnos aun sabiendo que podemos acabar siendo poco competitivos? En un momento donde las universidades privadas empiezan a ser dignas rivales y nos comen cada vez más terreno, ¿nos podemos permitir ese lujo? Es obvio que el mundo sigue girando y la universidad, como institución, debe seguir avanzando; falta decidir si nosotros y nosotras lo hacemos con ella. Obviamente, en todo esto el gobierno de la universidad tiene mucho que decir e impulsar y, seguramente, sin ese apoyo poco podremos hacer.